Anita Biedermann. Consultora en sostenibilidad, con un máster en la University College of London.

Por primera vez en mis 30 años me emocioné con unas elecciones. Gracias a la valentía de toda la gente que se animó a involucrarse y trabajar por lograr cambios. Gracias, Soledad Villagra Carron, Sole Núñez y otros tantos, por darnos esperanza, por permitirnos soñar y tener candidatas de lujo no solo para Paraguay, sino para cualquier país. Me hizo sentir orgullosa de tener la oportunidad de votarlas.

Luego de ver los resultados, la sensación más cercana que tuve fue la de un corazón roto. Conscientemente haciendo mea culpa enorme de no entender cómo llegar a la gente, cómo hacerla creer en algo después de tantas promesas falsas. Vi una publicación que decía que en Paraguay tenemos el síndrome de Estocolmo, donde votamos por quien nos roba, y esto perpetúa un sistema que nos mantiene cautivos, refugiándonos en “un mal conocido” y que nos ofrece más comodidad y seguridad que una oportunidad de cambio. Se evidenció al elegir senadores y diputados imputados y corruptos, y ellos son nuestro “honorable Congreso”.

Me frustra que aquellos que han tenido el privilegio de una buena educación hayan votado por el continuismo. No voy a tener paciencia al escuchar sus quejas sobre la corrupción, los baches, la informalidad, los impuestos, las trabas y las coimas. Son plenamente conscientes de que el sistema se alimenta de la corrupción y ustedes lo votaron.

En nuestra burbuja, la corrupción es una incomodidad, pero para muchos paraguayos es una cuestión de vida o muerte. Les ruego que, para aquellos que creen que estamos superbién, vayan a tratarse a algún hospital público, vean si encuentran médicos especialistas, remedios, salas, lo que sea. O se animen a poner a sus hijos en colegios públicos. Que caminen y esperen por horas para conseguir un transporte público con el riesgo de ser asaltados. Solo así se va a entender la gravedad de lo que vive la mayoría del país todos los días.

Lamentablemente, parece que nos cuesta entender por las buenas, tenemos que llegar a un punto de inflexión, un estallido y una explosión para entender la gravedad de seguir en este sistema tan desigual. Pero está ahí y todos los días afecta a millones de paraguayos que trabajan y se esfuerzan. Admiramos a aquellos que “tienen plata” a cualquier costo, aplaudimos a los “vivos”, a los llamados grandes empresarios de la noche a la mañana porque lo lograron, son capos. Pero hacer plata a cualquier costo siempre es a costa de alguien. Alguien está pagando cuando las cosas no se hacen bien.

Perdón si parezco pesimista, pero después de 70 años no puedo creer en el “vamos a estar mejor” porque tuvieron tiempo, oportunidades, personas y dinero para salir adelante. Si la razón por la cual necesitamos estar mejor es por el sistema que nos tiene atrapados hace 70 años. Acá no gana una persona, por más “guapita” que sea, sino que gana un sistema. Les invito a ver de cerca las elecciones para entender que es el sistema el que funciona, sin importar quiénes sean las personas o sus valores. Lo que triunfa es un sistema aceitado que utiliza a las personas como peones cada 5 años, arreándolas como vacas. Un sistema que premia a quienes robaron durante la pandemia, pero que se salva gracias a la solidaridad innata del paraguayo que depende de polladas y rifas para tapar la urgencia que corresponde a los servicios públicos.

Cada pueblo tiene el gobierno que se merece, perdón, Paraguay, por hacerte creer que esto es todo lo que mereces. Te mereces más, te mereces un pueblo y un gobierno que crea en todo tu potencial, que sepa lo que vales, que te dé dignidad, y que el acceso a salud, educación y trabajo de calidad sean derechos y no privilegios para unos pocos.

¿De qué sirve el crecimiento macroeconómico si no es inclusivo? Una sociedad es tan fuerte como su eslabón más débil. ¿Cómo cuidamos a los débiles? ¿Cómo creamos instituciones que aprovechen el crecimiento económico para brindar oportunidades reales a quienes más lo necesitan?

Perdón, Paraguay, por hacerte creer que tus mejores opciones son la corrupción conocida o un populista radical. Ojalá puedas creer que mereces más que “el menos peor”. Mereces que sepamos construir mejores puentes. Perdón por hacerte creer que esto es todo lo que mereces, por hacerte creer que se te puede usar impunemente, perdón por hacerte creer que lo que es un lujo realmente es un derecho.

Más informaciones en https://www.ultimahora.com/reflexion-las-elecciones-2023-n3061084.html

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