Autor, Alejandro Borensztein
Recibimos con alegría a los principales líderes de la región. Especialmente a los de Venezuela, Cuba y Nicaragua, que son los demócratas preferidos del gobierno. Antes que nada, agradecemos a los amigos del gobierno por pasar el dato y avisar que el ministro Massa iba a recomprar bonos de deuda y, por ende, aumentar su cotización. Nos fue muy bien. Muchas gracias. Cualquier otra novedad será bienvenida y, como siempre, bien recompensada.
Dicho esto, vamos a lo importante. Les damos desde acá la cordial bienvenida a los líderes de los países latinoamericanos que vienen a participar de la reunión de la CELAC, especialmente a los representantes de Venezuela, Cuba y Nicaragua que, como todo el mundo sabe, son nuestros preferidos. En realidad, son los preferidos del gobierno de Cristina. Ella tiene cierta debilidad por estos simpáticos dictadores. La pueden. En cambio el pueblo argentino es más de la onda democrática, tipo Brasil, Uruguay o Chile.
También Alberto últimamente anda prefiriendo gobiernos violadores de DDHH, pero en su caso no es por amor sino por conveniencia: no le conviene que la Vice se le chive aún más de lo que ya está. Si hay que apoyar a Maduro, el “presidente” lo apoyará y si tiene que homenajear a Bin Laden allá irá con un ramo de flores. Ya demostró que no le hace asco a nada. Una presidencia caída del cielo bien lo vale. Aclaración al margen: faltan cinco minutos para que el ministro Massa demuestre que, puesto en la misma situación, es como Alberto solo que un poco más pillo.
Nadie dice que el kirchnerismo no sea democrático, moderno, progresista y humanista pero es evidente que le cuesta demostrarlo. Al igual que Bolsonaro y Trump, Cristina no reconoce como legítimos los triunfos opositores sino que los define como elecciones en las que el pueblo vota engañado por los medios. Al igual que Bolsonaro y Trump, Ella no entrega el mando presidencial si el sucesor no es Ella misma o un pariente y, al igual que Bolsonaro y Trump, llegado el caso prefiere patear la Constitución, pegar el portazo e irse a su casa. La única diferencia con sus dos colegas del norte es que no mandó hordas a tomar el Congreso. Todavía.
En cualquier caso, es evidente que el kirchnerismo se siente más cómodo del lado autoritario del mundo que del lado democrático. Entre Ucrania y Rusia eligen Rusia, entre el capitalismo americano y el capitalismo chino eligen el chino y entre el gobierno iraní y los derechos de la mujer eligen al gobierno iraní. Son gustos. Eso si, a la hora de veranear siempre eligen Miami. Y a la hora de invertir también. Viendo la cantidad de propiedades que se compraron los secretarios de los Kirchner, en nombre propio o en nombre de alguien que todos imaginamos, es obvio que les tira mucho más la Florida que el Mar Caspio.
En síntesis, dado que gobierna el kirchnerismo, hoy el país está alineado con los chicos malos. También hay que decir que, si bien Juntos por el Cambio se muestra aliado a las democracias occidentales, la imagen de Macri abrazándose con el Emir como si este fuera Churchill, tampoco ayudan. No olvidemos que el Gato también se fotografió besándose con Donald Trump en abril de 2022, o sea cuando Trump ya había abandonado la Casa Blanca, atentado contra la Constitución de los Estados Unidos y puesto en riesgo a todo Occidente. Todo esto sirve para contradecir a los que se quejan de que, en materia de relaciones internacionales, Argentina no tiene política de Estado. Sí que la tiene y bien clarita: siempre estar del lado equivocado, desde que nos declaramos neutrales en la Segunda Guerra Mundial y le guiñamos el ojo a los nazis. Tal vez, y en el fondo, todavía estemos pagando esa cuenta.
Volviendo al punto, lo ideal hubiera sido que estos ilustres autoritarios que nos visitan sean recibidos en Ezeiza con honores por una nutrida comitiva de dictadores autóctonos, pero lamentablemente ya casi no nos quedan. Hay algunos dictadores provinciales como Insfrán o Zamora pero son medio berretas. No pueden ni compararse con otros inolvidables dictadores del pasado como Videla o Massera. Lo que sí tenemos es gente que apoyó el indulto a Videla y Massera pero no vale la pena mandarlos al aeropuerto porque ya los van a conocer a todos personalmente en la Casa Rosada.
El hecho de que ya hayan pasado 30 años desde que los actuales gobernantes liberaron a aquellos genocidas, no les quita mérito. Y que los hayan vuelto a encanar cuando ya eran viejitos, tampoco. Podrán bajar todos los cuadros del mundo que nada borrará aquel apoyo a los indultos. Ni aunque vayan al Louvre y descuelguen La Gioconda.
De todos modos, habría que explicarle a nuestros visitantes que el autoritarismo kirchnerista se presenta en los escenarios como revolucionario pero, como toda comedia teatral, suele permitirse ciertas licencias poéticas: los mandaron a votar a Scioli y fueron, después los mandaron a votar a Alberto y fueron, y ahora los van a mandar a votar a Massa y van a ir en fila y derechitos, mi vida. En realidad, lo raro no es eso, lo raro es que, así y todo, se autoperciben de izquierda. Alguien debería avivarse y ya ir confeccionando remeras para la próxima temporada con la frase “Yo te vi votar a Scioli, a Alberto y a Massa, progre de mi alma, besito“.
Una solución posible para recibir a los presidentes de dictaduras que llegan esta semana sería armar una comitiva de bienvenida con un mix de personajes apropiados. Podríamos incluir a Alicia Castro, considerando que es la mayor admiradora de dictadores revolucionarios entre los copropietarios del Kavanagh. Sumemos a Verbitsky que siempre se llevó bien con cualquier dictadura, a los camisas negras que Massa mandó a los supermercados para controlar la inflación y eventualmente a Boudou que, cuando hay que militar la revolución socialista el tipo está, pero si hace falta militar el neoliberalismo en la Ucedé, como hizo en los 90, también. Boudou es como un sillón beige que no sirve para nada pero te combina con todo.
En tren de agrandar el grupete podríamos sumarlo al general Milani. Del stock remanente de la última dictadura es lo que va quedando. Podríamos pedirle que invite a alguno de sus amigos que andan en el negocio de los celulares. Aclaremos que no venden celulares sino que los pinchan.
Finalmente ¿De qué va a hablar Alberto con sus colegas sudamericanos en la CELAC? Seguro que de logros económicos, no. Sobre eso podrá sanatear puertas adentro pero si piensa fanfarronear frente a mandatarios de países que tienen una inflación menor al 10% anual, se le van a reír en la cara. Hasta Cuba, con 34% anual, tiene menos inflación que la Argentina. También tiene menos papel higiénico que nosotros, pero ese es otro problema.
Este Alberto 2023 ya no puede hablar de economía. Recordemos que es el mismo Alberto que en agosto de 2019, cuando ganó las PASO y el dólar se disparó de 45 a 60, declaró “el dólar a 60 pesos está bien, para mí es razonable” (textual 15 de agosto de 2019 por Radio Mitre). Genio del mundo, ya se le fue el dólar a más de 370 mangos y todavía le quedan once meses.
Cualquiera sea el temario de la cumbre, vaya una sugerencia: cuando hable el Canciller Cafiero, no importa en qué idioma lo haga, pongan traductor. Inclusive cuando hable en castellano. Otra propuesta es para el Presidente Lula. Debería hacer como la Reina de Inglaterra que mandaba a avisar por protocolo que no se la podía tocar. Ya vimos cómo Alberto, el toquetero, se descontrola cuando necesita sobreactuar progresismo. Para el mundo, Lula es un presidente. Para Alberto es un salvavidas. Y al presidente uruguayo Lacalle Pou le sugerimos que se lo tome con calma. Maltratar presidentes uruguayos es una vieja tradición kirchnerista. Sepan disculparlos. El resto de los argentinos amamos a los uruguayos, como siempre.
Por lo demás, sean todos bienvenidos. Están en la tierra de los Campeones del Mundo.
Film de Woody Allen (1971)
https://bit.ly/3QTvK9b
Publicado el 21 de enero de 2023 en el diario Clarín de Argentina