Por Estela Ruíz Díaz
El diploma con fondo azul firmado por el rector Euclides Acevedo y el decano Oscar Rodríguez Kennedy avalan el título de Hernán Rivas Román como flamante abogado de la Universidad Sudamericana.
Sapientia omnia vincit, el conocimiento todo lo puede, la frase latina que adorna el diploma podría traducirse políticamente: “Con la mayoría parlamentaria todo se perpetra”.
El historial del título de abogado del senador colorado cartista no es nuevo. Saltó en el 2020 tras una maniobra inconstitucional de Honor Colorado que destituyó al diputado Rubén Romero Roa del Jurado de Magistrados y nombró en su reemplazo al joven y desconocido diputado Rivas. Entonces, ya surgieron las dudas sobre su título y las justificaciones políticas: El MEC avaló el dudoso documento un 8 de junio del 2020, el mismo día en que la Universidad Sudamericana presentó el exclusivo pedido de registro del título de diputado cartista. Al día siguiente, juró como miembro del jurado de Magistrados. Este veloz operativo se dio en un contexto político especial en el que coincidían las necesidades/vendettas entre el abdismo y el cartismo. Quid pro quo. El cartismo urgía el aval del MEC para convalidar el título de Rivas y el abdismo buscaba evitar la interpelación del ministro estrella del presidente Abdo: Eduardo Petta. Un trueque exitoso. Win-win. El entonces senador Enrique Bacheta denunció el caso sin ambages.
El decano y juez Rodríguez Kennedy confirmó que su firma es legítima. El ex rector Acevedo no responde a los requerimientos periodísticos para dar su versión.
La Sudamericana agrega en su historial de universidad de garaje un oscuro pleito por la propiedad y en la que aparece el narcotraficante asesinado Jorge Rafaat, quien se había apoderado de la institución, según publicaciones periodísticas.
Rivas, según los documentos, finalizó la carrera en el 2015 tras un periplo digno de Fernando de Magallanes y Sebastián Elcano. Pedro Juan Caballero, Ciudad del Este y Luque forman parte de su recorrido académico desde su Itapúa natal. Recién en el 2020 se vio obligado a demostrar su título: Para representar a la cámara ante el JEM el requisito es ser abogado.
Como senador mantuvo su cupo político. Estar en el JEM es uno de los más codiciados por los legisladores ya que desde ese lugar se maneja el garrote para alinear o corromper fiscales y jueces. Su audacia no solamente lo ratificó en el cargo. Logró nada menos que la presidencia del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados. Poco importó su título dudoso ni haber ejercido jamás la abogacía. Un escándalo sobre su llamativo crecimiento patrimonial lo obligó a dejar el cargo, pero no la representación.
LABERINTO LEGAL. La investigación sobre los intrincados caminos del proceso de legalización de un aparente título mau seguirán marcando el escenario. Solo hay defensa política, no documentación clara y contundente. Los organismos vinculados directamente a la educación terciaria como el Cones y la Aneaes no tienen en sus archivos la carrera de Derecho de la Univ. Sudamericana. Pero sí la resolución del MEC, en un proceso viciado, como se denunció oportunamente.
El cartismo ahora domina las instituciones del Estado, por tanto encontrará las justificaciones legales para sostener el caso. Las escasas habilidades del senador y su nula elocuencia jurídica solo confirman las sospechas.
PROFESIONALES DE CARTÓN. El caso del “doctor Rivas” forma parte de la tragedia de la educación terciaria en Paraguay. Las universidades de garaje que fabrican “profesionales” como pan caliente, donde prima solamente la capacidad económica y no la calidad educativa está creando una casta mediocre y peligrosa. Abogados sin formación legal, médicos con menos pericia que un carnicero, y un sinfín de profesionales con mínimas capacidades. La compra de títulos sin el menor pudor, un negocio floreciente que arrancó a mediados del 2.000 con la abierta participación de los legisladores es la nueva fuente de recursos económicos. Hasta hoy no se le puso freno porque los empresarios de la educación son fuertes aportantes de campañas o directamente son diputados y senadores con capacidad de manejar los hilos de los débiles organismos de control.
Rivas confesó que jamás ejerció la abogacía. Y como miembro del Jurado de Magistrados tiene la potestad de juzgar la conducta de fiscales y jueces. ¿Cómo evaluará un caso complejo sino tiene la pericia que solo da la experiencia ya sea enseñando o litigando? ¿Cómo, un aprendiz, se atreve a ponerse en el mismo nivel de señores doctores como ministros de Corte Suprema, sus compañeros de banco en el JEM?
En la historia del jurado nunca entró alguien tan ignorante y nulo de experiencia.
Rivas es la muestra de la decadente democracia, que empeora a medida que baja la calidad de la clase dirigente y en contrapartida crecen la corrupción y la prepotencia política. Ya ni siquiera se molestan en disimular. Es la cultura del “chancho de nuestro chiquero”, mientras los neo autoritarios vociferan “la mayoría manda”, al tiempo de vaciar de contenido ético y jurídico y el mínimo sentido común las instituciones.
Porque “corruptio potest omnia facere”. La corrupción todo lo puede.
Publicado el 22 de octubre de 2022 en el diario Última Hora de Asunción